Por Wilfrido Gutiérrez Ortiz.
Lunes, 4 de noviembre de 2018.
El diseño e implementación de megaproyectos en nuestro país ha adquirido y mantendrá gran relevancia de aquí en adelante, lo cual nos obliga a revisar algunos planteamientos del gran intelectual Marxista Italiano Antonio Gramsci, acerca del concepto de Hegemonía que, desde mi punto de vista, ¿quién la tiene? y ¿quién la debe tener de ahora en adelante? es lo que subyace en asuntos como el fallido nuevo aeropuerto.
Gramsci, cuya vida adquirió dimensiones insospechadas, no sólo porque puso a prueba la entereza moral y física de un hombre físicamente débil, sino sobre todo porque fue su encarcelamiento el que le permitió escribir las miles de páginas que con el paso del tiempo se convirtieron en los ahora célebres Cuadernos de la cárcel, que representan una de las grandes obras político-intelectuales del siglo XX, sobre todo si consideramos las condiciones bajo las cuales fueron redactados.
La aproximación más superficial a los Cuadernos de la Cárcel, explica porqué el fiscal fascista Michele Isgro, durante el juicio que tuvo lugar en la primavera de 1928 en contra de Gramsci y otros líderes comunistas, expresó la conocida frase: “Por veinte años, debemos impedir que este cerebro funcione”.
El cerebro en cuestión no dejó de funcionar, pero la condena que se le impuso a Gramsci, truncó la vida política de uno de los opositores más capaces y decididos de Mussolini y del fascismo italiano.
Gramsci señala en su obra “El materialismo histórico y la filosofía de Benedetto Croce”. “El término hegemonía deriva del griego eghesthai, que significa "conducir", "ser guía", "ser jefe"; o tal vez del verbo eghemoneno, que significa "guiar", "preceder", "conducir", y del cual deriva "estar al frente", "comandar", "gobernar". Por eghemonia el antiguo griego entendía la dirección suprema del ejército. Se trata pues de un término militar. Egemone era el conductor, el guía y también el comandante del ejército. En el tiempo de la guerra del Peloponeso, se habló de la ciudad hegemónica, a propósito de la ciudad que dirigía la alianza de las ciudades griegas en lucha entre sí”, de esta manera cuando el marxista Gramsci se refiere a hegemonía, piensa en la dictadura del proletariado de la misma manera como otros piensan en la dictadura de la burguesía.
Lo anterior viene a colación por los cambios suscitados en las relaciones socio-ecológicas principalmente en los países periféricos, subdesarrollados o en vías de desarrollo como eufemísticamente se le denomina a los países con las características de México, en donde durante las últimas décadas los recursos naturales, han jugado un papel fundamental en el desarrollo de un amplio proyecto ideológico y económico que bajo el paradigma de la globalización e impulsada por la inversión extranjera, han traído consigo una nueva concentración de tierra y riqueza consolidando el poder político-económico en las manos de la elite que ejerce la hegemonía política y económica. En los debates dentro de la geografía humana se ha caracterizado la nueva coyuntura socio-ecológica, en la que el mundo bio-físico es progresivamente sometido a las relaciones del mercado, como lo denomina Karen Bakker, “neoliberalización de la naturaleza o desde la sociología se ha entendido este proceso según José Esteban Castro, como “mercantilización de la naturaleza”.
Desde las pirámides egipcias, la gran muralla de China hasta el muro de Berlín, en cada sociedad a través de la historia los mega-proyectos en cierto modo han expresado y reafirmado la esencia de las relaciones de poder que daban continuidad al orden político económico. De la misma manera, en la actualidad los megaproyectos tales como las grandes represas, las minas de gran escala, los de generación de energía, las carreteras y los aeropuertos, etc., son formas específicas en las que se materializan las relaciones sociales que conforman nuestra sociedad capitalista. Consideramos que son sitios claves de articulación para la reproducción de la ideología y del poder material de la clase dominante, al tiempo que exponen de una forma diáfana las contradicciones sociales y ecológicas del orden socio-económico reinante.
Los megaproyectos han jugado un rol clave en el conflicto socio-ambiental que ha surgido a lo largo y ancho de nuestro país, como resultado de este proceso de transformación económica-ecológica. Aunque surgen del mismo conjunto de procesos económicos que producen los cambios socio-ambientales incrementales (como por ejemplo la contaminación del suelo y el agua, la deforestación, el agotamiento de los recursos marinos, la concentración de tierras y el crecimiento de la agro-industria, etc.), los megaproyectos se manifiestan de diferente manera y suelen desatar una especie de conflicto social notable por su concentración espacio temporal. Asimismo, su realización depende de la implementación de estrategias y tácticas políticas que tienen un carácter específico.
De esta manera el concepto de hegemonía resulta fundamental para analizar las relaciones de poder que dan lugar a los megaproyectos. Del mismo modo, nos permite indagar las contribuciones materiales y simbólicas que los megaproyectos proveen para la reproducción de las relaciones de dominación a varias escalas. Los megaproyectos son hitos en la historia socio-ecológica de cada lugar donde se realizan, generando efectos transformadores, tanto materiales como simbólicos. Como lo planteara David Harvey, en parte los impactos espacio-temporales de los megaproyectos representan una forma de “arreglo espacial” que permite la expansión del capital a través de la apertura de nuevos circuitos de acumulación.
Al mismo tiempo, tales proyectos constituyen un hecho material-simbólico que reproduce la cosmovisión en que se fundamenta el liderazgo moral y cultural de la elite. Existe un fuerte elemento representativo en las obras de gran envergadura: en ellas vemos concretada la unión entre la fertilidad de la tierra y la poderosa ingenuidad de la humanidad, la que logra transformar o “modernizar” la naturaleza cruda, para convertirla en flujos de materia prima, energía y capital. En concordancia con David Barkin, podríamos decir que los megaproyectos representan una especie de “reconstrucción del mundo”.
Gramsci conceptualiza la hegemonía como un proceso multi-dimensional, realizado a través de instituciones del Estado (la sociedad política) y también por otros mecanismos y prácticas socio-culturales fuera del Estado (la sociedad civil). Al conjunto de relaciones entre sociedad política y sociedad civil Gramsci lo denomina el “Estado integral”. El efecto de tales procesos y relaciones es la generación de un consenso ideológico para asegurar el poder de la clase dominante dentro de un determinado medio socio-económico. Este consenso ideológico se manifiesta como un amplio liderazgo moral e intelectual del grupo dominante, que logra conformar un “bloque histórico” de las fracciones más importantes de la elite. Geoff Mann lo describe como “una relación social general: el producto de un proceso a través del cual las masas aprueban por razones tanto ‘económicas’ como ‘ético-políticas” la aseveración de un bloque histórico de que su interés particular es el interés universal”
Si bien los megaproyectos son congruentes con la reproducción de la hegemonía, son al mismo tiempo sitios de ruptura en el tejido socio-ecológico existente en las regiones donde se realizan, y por tanto ponen en peligro el consenso socio ambiental tan fundamental para la continuidad de la hegemonía. Así, tienden a producir una crisis que origina aperturas hacia la resistencia e incluso hacia movimientos contra-hegemónicos que convierten la contienda específica sobre un megaproyecto en una lucha más amplia contra el mismo modelo de desarrollo promovido por la elite nacional y transnacional. Por ende, en el plano ético-político, identificado por Mann, constituye un espacio analítico donde explorar el surgimiento de ideas, relaciones y movimientos contra-hegemónicos bajo categorías como la justicia ambiental, el ecologismo de los pobres o las luchas socio ambientales.
En suma, debe tenerse claro que los megaproyectos si bien conforman un fenómeno único y necesario para el progreso y desarrollo de todo país, traen consigo implicaciones importantes de las relaciones socio-ambientales contemporáneas, frente a una estrategia de creación y consolidación de dominación de la clase dominante mediante la implementación de megaproyectos, el próximo gobierno debe pugnar para que estos megaproyectos sean diseñados e implementados teniendo como base el bienestar de las mayorías y no solo de una elite, sin perjuicio de los recurso naturales y el ambiente, al fin de cuentas los resultados electorales del pasado 01 de julio reflejan la demanda de un cambio profundo de régimen.
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